Bitcoin, ¿una moneda virtual de la que fiarse? (1/3)

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Imagínate Bitcoin como una mesa de juego, donde se ha repartido la misma cantidad de billetes a cada participante; a cientos de miles de participantes. La suma teórica de todos los monederos debería ser equivalente al valor total de “la garantía”.

En un monopoly sería la suma total de todas las propiedades en su máximo valor nominal y los pasos por la casilla de salida; en un banco central serían las reservas de oro y fondos del tesoro más la riqueza de sus habitantes. En un mundo virtual… no hay cabida para las cosas físicas, pero sí para establecer unas reglas de juego.

No se puede sacar ni meter más dinero del que hay circulando salvo que todos los integrantes del sistema estén de acuerdo. Pero ampliar el número de monedas virtuales es aplicar devaluaciones, porque la suma total del capital circulante debe ser igual a la cantidad establecida en origen. Esto es distinto al valor cambiario que se quiera dar a cada moneda.

Un mismo bitcoin (realmente, una colección de números cifrados que van añadiendo memoria cada vez que cambia de manos), ha valido en 2010 cuando echó a rodar el invento un dólar, tres años después ya había gente que pagaba hasta 1.200 dólares por un bitcoin, en 2014 se cortó el proceso especulativo y bajaba a 500 dólares; sin embargo, hasta mayo de 2017 había vuelto a subir hasta los 1.600 dólares.

¿Una divisa refugio y para blanquear? Bueno, a medio plazo lo parece, y debido a sus características de total anonimato en cuanto a su poseedor o naturaleza de las transacciones, parece ideal para el pago de negocios sucios. Sin embargo, no hay que generalizar este punto; las monedas de curso legal que todos conocemos también son empleadas en evasiones fiscales, pago de mordidas, especulación contra el bien común y más. Y a la vez sirve para pagar el colegio de tus hijos o donar una cantidad mensual a Cruz Roja.

Los bitcoins sobre todo se emplean para el pago de bienes y servicios a través de Internet. Aspira a ser una moneda universal de libre aceptación en todo el universo virtual, moviéndose libremente sin barreras, sin atender a comisiones bancarias, sin tener que depender de una autoridad central y fiscalizadora.

A efectos físicos, la diferencia entre un pago con tarjeta de plástico o un monedero virtual de bitcoins es nula, no hay billetes de papel que representan un valor facial ni monedas metálicas que pesan su valor compositivo en circulación cambiando de una mano a otra.

Simplemente se emite una orden de envío del valor acordado de un punto a otro de la red, con la supervisión y aquiescencia de todos los participantes en el sistema que certifique y valide el curso de la operación.


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