Las 7 claves de un buen líder

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¿Cuál es la diferencia entre los líderes que inspiran el compromiso de sus empleados y aquellos que bregan diariamente para que las personas a su cargo desempeñen correctamente su labor? La respuesta se encuentra en empezar a dirigir desde el interior.

Los líderes inspiran a su equipo haciéndolo partícipe de su visión empresarial y provocando su implicación. Reconocen el potencial de sus asociados y les empujan a ser mejores, premiando sus contribuciones. Pero también exigen responsabilidad por parte de aquellos a quienes dirigen, a la vez que se la exigen a ellos mismos.

Teniendo esto en cuenta, ofrecemos una serie de recomendaciones para recorrer el camino hacia el liderazgo:

Conocer nuestros puntos fuertes y débiles

Para poder liderar a los demás primero es necesario entenderse a uno mismo. Cuando se tiene una visión clara de las fortalezas y debilidades propias, y del efecto que nuestro comportamiento provoca en los demás, la habilidad para sacar lo mejor de los demás mejorará.

Por ejemplo, si no nos gusta hacer llamadas comerciales, ¿no es mejor que esta tarea la realice una persona capacitada? Y si no somos expertos en diseño gráfico, quizás sea buena idea no imponer nuestro criterio sobre quien sí lo es.

Conocer las habilidades propias permite saber cuándo añadirán –o no– valor a un proyecto, y nos dispondrá a escuchar a gente con otros puntos de vista o a delegar.

Establecer objetivos claros y mantenerlos

¿Qué meta queremos alcanzar? ¿En cuánto tiempo? ¿Qué conseguirá cada uno al lograrla? ¿Es honorable, ética, beneficiosa e inspiradora? ¿Por qué es atractiva? ¿Qué más se conseguirá durante la realización del proyecto que aporte valor?

Para inspirar el máximo compromiso entre nuestro equipo es necesario articular su evolución. Cada persona debe entender que será mejor profesional a medida que se avance en la consecución de nuestra meta. Definir de qué manera y conseguir la empatía con ese cambio debe formar parte de nuestros objetivos.

Por último, debemos creer en ser capaces de alcanzar esa meta, pero además en que es esencial el conseguirlo, y debemos comunicarlo con absoluta certeza. Sólo entonces podremos inculcar en otros el sentimiento de responsabilidad para hacer realidad todos los objetivos.

Saber escuchar

A las personas nos gusta saber que aportamos valor, pero también que nuestras opiniones se tienen en cuenta. Por eso no basta con escuchar a nuestro equipo, sino asegurarnos de que se sienten escuchados.

Pero el objetivo es generar un diálogo, dado que normalmente no hay una manera correcta de hacer las cosas, y sacar conjuntamente a la luz nuevas formas de realizar un proyecto. De esta forma los empleados cuentan con la capacidad de modificar nuestra trayectoria de formas que nunca habríamos previsto, haciéndoles sentir incluso más motivados.

Entrenar a nuestro equipo para tomar el mando

Conformar un equipo de personas capaces de encontrar soluciones por sí mismas, frente a circunstancias variables, supondrá que la labor del líder sea mucho más fácil.

La clave está en el entrenamiento, que se consigue tanto escuchando como haciendo las preguntas oportunas para ayudar a los otros a resolver de forma autónoma sus problemas y aprovechar nuevas oportunidades.

Con esto se consigue un mayor compromiso del equipo, pero también nos da más tiempo para hacer nuestra propia labor, centrándonos en alcanzar esa meta.

Promover la mejora constante

En un entorno en el que las nuevas tecnologías evolucionan cada día, y surgen herramientas constantemente, mejorar es necesario. Hay que apoyar a nuestro equipo para que siga aprendiendo nuevas habilidades, acorde a sus conocimientos, carencias e intereses, incluso con el propio presupuesto de la compañía.

De esta forma no sólo se genera valor para la empresa, también se mejora la habilidad de nuestros asociados para contribuir al proceso de lograr nuestros objetivos.

Ser un apoyo

No se puede esperar el compromiso de nadie sin contar primero con su buena disposición y lealtad. Y la mejor forma de conseguirlo es asegurándonos de que saben que siempre trabajamos acorde a sus intereses.

Si somos «como el Guadiana» en nuestro trato diario, permitiendo que un superior se apropie del éxito de un subordinado, o que un empleado se lleve la reprimenda de un cliente, será difícil formar un clima de confianza. Y sin confianza no habrá motivación.

Todo el mundo se equivoca

Nadie tiene todas las respuestas, y los mejores líderes no sólo lo admiten, sino que promueven las críticas honestas. Reconocer los momentos en los que nuestras opiniones suponen un obstáculo y saber aceptar nuestros errores suponen una oportunidad para aprender y mejorar, y no sólo de forma personal, también para nuestro equipo.

De esta forma se favorece una relación más abierta y participativa, sin la presión o el temor de que alguien pretenda saberlo todo. Y esta transparencia es la base para construir el éxito.

Los líderes excepcionales no nacen como tal, sino aprendiendo aptitudes y habilidades únicas que también pueden enseñarse.