Emmanuel Faber, director general del grupo Danone: «Sin justicia social no hay economía»

Emmanuel-Faber

El pasado día 10 de junio, el director general de Danone, Emmanuel Faber, fue el invitado de honor en la ceremonia de graduación organizada por la escuela de negocios HEC Paris, donde él mismo fue alumno. En su discurso contó la influencia de su hermano (enfermo de esquizofrenia) en su filosofía de vida y visión de la sociedad.

Transcripción al castellano:

«Si estabais esperando un discurso intelectual, vais a quedar decepcionados.

¿Cuál fue el momento más sorprendente para mí cuando estudiaba en este campus? Para responder, voy a hablar de alguien nacido en 1965 en Grenoble (Francia).

Este chico vivió una vida plena, y en su adolescencia complicada se escapó de la escuela y consiguió un trabajo en las carreteras de los Alpes.

Trabajó en el invierno al lado de los caminos.

Un día decidió volver a la escuela para pasar sus exámenes, pero luego, durante un primer episodio, fue ingresado en un hospital psiquiátrico.

Se recuperó.

Amaba la tierra, le gustaba la agricultura, amaba a los agricultores, y decidió convertirse en un ingeniero agrícola, algo que logró.

Pero después fue internado por segunda vez. Nunca volvió a trabajar como es probable que vosotros trabajaréis, al igual que yo trabajo.

Trabajó como jardinero, y tenía otros trabajos pequeños. Y pasó mucho tiempo tocando la guitarra en la plaza principal.

Su enfermedad significaba que no podía dormir mucho, por lo que coincidía con las personas madrugadoras. Se hizo amigo de los encargados de la limpieza de carreteras, que llegaban a las 4 de la mañana.

Preparaba termos de café para ellos.

Ayudaba a señoras mayores a cruzar la carretera, e interactuó con personas que ni vosotros ni yo conoceremos nunca.

Un día regresó a su pueblo en los Alpes para unirse a sus amigos agricultores.

Por las mañanas fabricaba queso, y por las tardes necesitaba dormir debido a su enfermedad, lo que hacía junto a una cascada.

Después de la siesta, me llamaba con su viejo teléfono móvil desde el lado del agua.

Hacía esto todos los días y me dejaba mensajes de voz sólo con el sonido del agua.

Yo estaba viajando por todo el mundo: China, México, a veces en París… y cada día oía este sonido, recordándome de dónde soy.

Una noche, hace cinco años, pocas horas después de que lo viera por última vez, murió a causa de su enfermedad.

Era mi hermano.

Así que, mi recuerdo más vívido de mis tres años en el campus fue esa fatídica llamada telefónica que deseé no haber recibido nunca.

Fue a las 9 de la tarde, aquí en el edificio C del campus, 4 ° piso:

«Faber: llamada telefónica.»

Descubrí por primera vez que mi hermano tenía esquizofrenia, y que estaba en un hospital psiquiátrico.

Fue un golpe para mi.

Después de eso, gracias a mi hermano, aprendí cómo hablar con una persona con enfermedad mental, cómo encontrarla por la noche, cuando deambulaba por las calles.

Descubrí el mundo de los hospitales psiquiátricos.

Aprendí a hablar el lenguaje de los «locos», a fin de mantener un diálogo.

Aprendí la belleza de este lenguaje.

Me di cuenta de que «ser normal» puede significar estar encerrado.

Descubrí la belleza de lo ajeno.

Él me abrió a muchas cosas.

Gracias a él, a veces hice amigos entre las personas sin hogar, y dormía al lado de ellas.

He descubierto que se puede vivir con muy poco y ser feliz.

Pasé tiempo en muchos barrios pobres de Delhi, Bombay, Nairobi, Yakarta y Aubervilliers (cerca de aquí).

También fui a la «jungla» de Calais.

Todo esto me enseñó una cosa: después de décadas de crecimiento, los problemas siguen siendo los mismos.

Cuando se trata de la globalización: que no haya justicia social significa lo mismo que no haya economía.

Los privilegiados podemos levantar muros cada vez más altos, al igual que Estados Unidos hace con México, o alrededor de Europa.

Pero nada detendrá aquellos que necesitan compartir con nosotros.

Y ocurre lo mismo con el clima: no puede haber justicia con nuestro clima sin justicia social».