Ignacio Ruiz trata el polimorfismo en la España del siglo XVI en su nuevo libro

libro eleno de céspedes

Ignacio Ruiz, catedrático de Historia del Derecho y de las Instituciones en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, publica en un libro el caso de Eleno o Elena de Céspedes, personaje real condenado por la Inquisición por «menosprecio del matrimonio» y «pacto con el demonio», que bien pudo haber sido un ejemplo más de «persona nacida en el cuerpo equivocado». Hasta inspiró a Miguel de Cervantes en su obra Los trabajos de Persiles y Sigismunda.

La vida de Eleno de Céspedes, nacida en torno a 1545, parece extraída de una novela de aventuras, pero esta todo lo bien documentada que permiten los más de 300 folios suplidos por el tribunal de la Inquisición en Toledo durante el proceso abierto en 1587 y que duró dos años.

¿Un hermafrodita en la España de Felipe II? El caso de Eleno de Céspedes ya fue famoso en su época, y ha cruzado fronteras (Israel Burshatin, doctor por la Universidad de Columbia, analizó el caso en su ensayo Queer Iberia) y recuerda más bien al de un supuesto de transgénero, lo cual implica que la transexualidad es cosa que existía mucho antes de ser definida por la ciencia moderna y entrar en los colegios.

Pero no hay que irse tan lejos para tener literatura en castellano al respecto; el primero quizá fue Miguel de Cervantes, que construyó el personaje de la bruja Cenotia que aparece en la novela Los trabajos de Persiles y Sigismunda, obra póstuma publicada en 1617 y basada en las noticias del caso.

En la época más reciente, el doctor Emilio Maganto Pavón, exjefe de la sección de Urología en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid, publicó en 2007 El proceso inquisitorial contra Eleno de Céspedes, porque de una manera u otra fue la primera cirujana en la historia de la medicina española, en concreto de su especialidad, «aunque obtuviera fraudulentamente el título, porque estaba entonces exclusivamente reservado a los hombres», apunta.

Pero aquí traemos el tema por el fabuloso libro de Ignacio Ruiz, catedrático de Historia del Derecho y de las Instituciones en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y coautor de Elena o Eleno de Céspedes junto a Alexander Hernández Delgado, el último libro sobre el caso, coincidiendo casi con el Día Internacional de la Memoria Transexual (que mira por donde cae en 20 de noviembre).

Vida y milagros

«Céspedes – Elena y Eleno de. Natural de Álama, esclava y después libre, casó con un hombre y tuvo un hijo; después y muerto su marido se vistió de hombre y estuvo en la Guerra de los Moriscos de Granada, se examinó de cirujano y se casó con una muger (sic), fue presa en Ocaña y llevada a la Inquisición, donde se le acusa y condena por desprecio al Matrimonio y tener pacto con el Demonio». Así, en mayúsculas, para mostrar la gravedad del crimen a ojos del Santo Oficio en el auto de fe contra esta rara avis femenina que vivió públicamente como hombre en la España de la Edad de Oro, y que llevó hasta las últimas consecuencias su conflicto de género.

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Nació hembra en Alhama, pueblo de la provincia de Granada, fruto de una relación extramatrimonial de su padre con una esclava negra que servía en casa. No consta su nombre de pila, y era muy normal que los esclavos carecieran incluso de esta prebenda. Sin embargo, a los ocho años fue libertada y entró en el oficio de tejedora. Casada púber con un albañil «con el que hizo vida maridable como tres meses» (según consta en el acta inquisitorial), al quedar embarazada huyó a Sevilla y nunca más volvería a tener sexo con un hombre. Entregó su vástago al nacer y liberada de cargas, comenzó a recorrer Andalucía de lecho en lecho, primero en Sanlúcar de Barrameda, donde tuvo su primera amante, y luego en Arcos de la Frontera, donde empezó a vestir de hombre.

Aunque el lesbianismo estaba entonces fuera del radar machista, y solo se perseguía la sodomía si había penetración (que en su caso la habría, pues ya se conocía el empleo del baldrés, «instrumento tieso y liso hecho de madera forrado con cuero blando», sustituyendo las funciones de un falo falso), Céspedes sabía que estaba a merced de los vecinos que en cualquier momento le podían denunciar al Santo Oficio por su estilo de vida «licencioso», por lo que constantemente estaba cambiando de residencia y de mujeres. Quizá por ello se alistó como soldado del rey en la Revuelta de las Alpujarras y estuvo luchando contra los moriscos.

Pasado el tiempo (quizás fuese descubierta por algún compañero despechado pues ya corrían muchos rumores sobre su ambigüedad sexual), marchó a la recién proclamada capital del reino, la Villa y Corte de Madrid. Allí aprendió el oficio de cirujano (o lo traía ya aprendido de la guerra), ejerciendo en el hospital de la Corte y luego en El Escorial, donde la acusaron de intrusismo. Sin embargo, se sometió a examen y logró la licencia del mismo cirujano personal de Felipe II y autor del primer tratado de urología, Francisco Díaz, que le certificó de varón, lo que le permitió casarse más tarde con una mujer en Yepes.

Pero el párroco de esta villa toledana no las tenía todas consigo, y ordenó un examen genital previo ante la sospecha de que fuese «lampiño o capón», volviéndose a certificar que podría engendrar hijos, fin último del matrimonio canónico, como se venía insistiendo desde el reciente Concilio de Trento. De alguna manera, Eleno habría sometido sus genitales a alguna alteración o artificio que daba el pego.

Estando ya viviendo con su esposa María del Caño cerca de un año, se presentaron los oficiales del Justicia Mayor y los llevaron presos a Ocaña, víctimas de la denuncia de un antiguo compañero de armas que vino con el cuento de que había oído decir en las Alpujarras que era una mujer disfrazada de hombre. Fue condenado a 200 azotes públicos y reclusión durante diez años en un hospital. Pero hasta el director de la casa de salud tuvo que escribir una carta a los inquisidores tiempo después pidiendo que se llevasen al reo por «el grande estorbo y embarazo» que causaba su presencia. Se cree que murió en 1588 a los 43 años de edad sin haber cumplido la pena, y habiendo esgrimido en un intento desesperado argumentar su condición de hermafrodita, un concepto que ya existía en la ciencia clásica.

«Parece más bien una estrategia de defensa que improvisó tras dos años en prisión: argumentar que le había salido una especie de pene al dar a luz, y que por entender que era hombre y no muger (sic) se casó para estar en serviçio de Dios, y que el pene se le fue cayendo en la cárcel. No convenció al tribunal, que le halló culpable de menosprecio del matrimonio y pacto con el demonio», señalaba Ignacio Ruiz. Sin duda un libro recomendable para regalar estas fechas.