«30 cosas distintas en tres décadas, mejor que una sola durante 30 años», Fernando López #frentealespejo

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Así lo he hecho en mi vida, y creo que ahora los tiempos que corren me dan la razón. Cuando comencé a trabajar, lo normal era encontrar un empleo y jubilarte después de 30 años de paz y tranquilidad laboral. Era incluso relativamente fácil acceder al mercado laboral. Sólo habías que esperar un tiempo y poco a poco te consolidabas para toda la vida.

Como decía aquella sentencia: «Si después de 35 años ensamblando vagones sigo haciendo lo mismo, ¿de qué demonios entré yo en Renfe?».

Hoy en día, se cambia de trabajo con asiduidad. La desgracia es que no se hace motu proprio o por gusto, sino debido a la precariedad que existe en el empleo, y por culpa de los bien llamados «contratos basura».

Pero vamos a intentar ver esto como algo positivo. En mi caso, comencé a trabajar con 17 años, haciendo de «testigo de embargos» por las mañanas para poder pagarme el COU. Mi siguiente empleo fue de comercial, vendiendo Biblias, gracias al cual aprendí sobre todo las mañas que se daban los promotores para engañarnos, y motivarnos para que saliéramos a vender lo invendible.

Conseguí mi primer empleo, digamos serio, en una agencia de prensa. Por aquel entonces, no sabía ni lo que era, pero recuerdo que le hice una promesa a mi madre: «Es cierto que comienzo en lo más bajo en una de las agencias más pequeñas de España, pero te prometo que algún día seré director de la más grande».

«Le prometí a mi madre que algún día dirigiría la agencia de prensa más grande de este país»

Mis palabras solo demostraban una cosa: ambición, ganar de aprender y luchar.

Empecé de vendedor de reportajes, mientras no dejaba de estudiar. Y al año y media ya era jefe de ventas de la agencia. Durante la «mili» terminé de especializarme en periodismo, y a la vuelta me fui a otra agencia. En el desgraciado incendio de la discoteca Alcalá 20, ocurrido el 17 de diciembre de 1983, me estrené como fotógrafo y redactor. Y así aprendí a crear, fotografiar, escribir y vender un reportaje periodístico de interés humano.

En 1984, era socio de otra agencia. Y cansado del mundo del corazón, en 1991 decidí cambiar totalmente de rumbo profesional. No sabía nada de informática, pero veía que por ahí irían los tiros los próximos años. Y creé, junto a un socio, la firma Software Support. Me formé en sistemas operativos como Unix, Oracle… y tuve una empresa próspera hasta el año 1994. La crisis acaecida en 1993, y teniendo al Estado como principal cliente, nos hizo desaparecer. No sin antes haber recorrido mundo, informatizando las embajadas españolas en medio planeta.

Aquel revés no me desanimó. Había que seguir. Hacía unos años había quedado en el primer puesto de un ‘bussines game’ en el que participábamos alumnos de distintas escuelas de negocios donde había cursado mi MBA. Me llamaron para participar en coloquios y charlas primero, y poco después fui profesor en los ‘masters’ en Dirección Financiera y Marketing. Descubrí lo mucho que me gustaba impartir clases. Participé en el programa ‘Emprendedores 2000’ de la Comunidad de Madrid, habiendo pasado por mis tutorías innumerables proyectos de negocio, algunos de los cuales todavía hoy siguen en marcha.

Y llegado el año 2000 me ofrecieron un puesto de comercial en la Agencia EFE. Era volver a mis orígenes –salvo que esta vez en «la más grande», como le había prometido a mi madre– y lo acepté, pensando que no estaría allí más allá de cinco años, dada mi poca tendencia a acomodarme.

Pues bien, en 2009 me pusieron al frente de la Dirección Comercial. Había conseguido una cosa al menos: cumplir la palabra dada en mi casa hacía un cuarto de siglo.

Y como director comercial me tocó aguantar la gran crisis. Y nada menos que la de los medios de comunicación, donde se juntaba lo coyuntural de todo el país con lo estructural propio del sector: plataformas informáticas, periodismo ciudadano y muchos más factores agravantes, que huelga mencionar en esta ocasión.

«En la crisis de los medios de comunicación se juntó lo coyuntural con lo estructural»

Pero era un reto: había que mantener a flote una empresa semipública, cuando la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales –la sucesora del INI– había anunciado que se cerrarían las que no fueran rentables. Acordamos un plan de estabilidad para el período 2009-2014, y emprendimos la acometida de reformas pensando cómo afrontar aquella recesión que parecía no tener final.

El cambio de gobierno en el año 2011 trajo consigo, a su vez, un cambio en la presidencia y en la gerencia de la empresa, así como el nombramiento «a dedo» de una persona que no había trabajado jamás en el mundo de la prensa, y que dio al traste con todos los planes y el trabajo ya realizado durante esos años. Así que en el año 2012 presenté mi dimisión, y dejé la empresa de forma voluntaria.

Resumiendo: no me arrepiento de nada, y a día de hoy sigo pensando en crear, en formarme y en desarrollar. Porque creo que la experiencia es un grado, y cuanta más acumulas más metas te puedes plantear alcanzar.


Fernando López es vicepresidente de la Peña Periodística Primera Plana, y como tal, de los Premios Naranja y Limón, que cumplen su XLVI edición.