«Miedo versus éxito», Javier Santamarta #frentealespejo

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Siempre, ante un reto, los miedos aparecen. No estar a la altura de las expectativas, haber calculado mal las capacidades, minusvalorar la empresa que acometemos…

Todos miedos más que entendibles y razonables, si no se es un inconsciente de tomo y lomo. Porque los hay. Hay quienes dejan todo a la suerte, al puro azar. A que si algo saliera mal, alguna especie de Deus ex machina arregle el desaguisado cometido. No es buena idea.

Pero en ocasiones lo malo es que te toca estar codo con codo con alguien así. O lo que es peor: tenerlo de jefe. Como dicen los anglosajones, shit happens. Pero como sabemos los mediterráneos, sentémonos a tomar algo y a ver qué se puede arreglar. Y si no se puede arreglar, eso que nos habremos llevado.

En mi extraña experiencia laboral y vital me he tenido que enfrentar a retos como organizar la logística de la ayuda humanitaria en campos de refugiados. Algo complejo, pero asumible por cualquier profesional que conozca sobre la administración y suministros, y sobre la peculiaridad que entraña un área necesitada de este tipo.

Yo no tenía ni pajolera idea de nada sobre ambas cosas. Dos opciones: entrar en pánico o aprender. Pues ya vimos que dejarlo a que las cosas salgan por arte de magia es propio de inconscientes abocados al fracaso, y a finales almibarados de películas de Hollywood.

«Los inconscientes esperan que un Deus ex machina arregle sus desaguisados»

El pánico, he de reconocerlo, fue mi primera opción. Todos los miedos imaginables me atacaron como fantasmas en cuento de Dickens. Aquello no podía acabar bien.

Y sin embargo, lo hizo. Una vez que la fase “toma el dinero y corre” y las jaculatorias esperando milagros se disiparon, ante la magnitud de la labor que tenía entre manos, la visión cambió.

Tuve que ser reflexivo acerca de que mis “clientes” lo eran sin tener mayor opción de no serlo. Pues un cruel destino les llevó a convertirse en tales, a despecho suyo, al haberse convertido en refugiados. Y para colmo, encerrados en un recinto en el que ninguno pensaríamos que seríamos capaces de sobrevivir una sola noche, esperando la llegada de unos bienes con los que poder literalmente amanecer un día más con cierta esperanza.

Así que no quedaba otra que remangarse, y sobre todo aprehender con los siete sentidos –dos más aparecen cuando uno realmente se implica– de la complejidad de la situación, con firme voluntad para arrostrarla.

Es entonces cuando te das cuenta de que no hay más camino que el de la preparación, aunque sea a posteriori, y que siempre hay una vía para que tu éxito se base en el de quienes tienes como finalidad.

«Cuando uno se implica no pone cinco, sino siete sentidos en ello»

Da igual si en este caso se llamen refugiados, puedan ser clientes de cualquier sector, y tus beneficios sean precisamente la satisfacción de quienes de verdad se han favorecido con tu trabajo.

Porque no hay nada tan novedoso, y al mismo tiempo tradicional, que el binomio de la estrategia “ganar-ganar”, relacionado directamente con tu capacidad para sortear escollos, asimilar los errores, minimizar tus incapacidades, y sobre todo superar tus miedos.

Cuando uno es consciente plenamente de ello, el éxito no es sino una consecuencia más que lógica. Y real.


Javier Santamarta del Pozo es Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid, politólogo especializado en Asuntos Europeos y Geopolítica por las Universidades de Oxford, Deusto y Lovaina, experto en Ayuda Humanitaria, con experiencia en asuntos de Cooperación Civil y Militar… y escritor.