«La traducción tiende puentes entre culturas», María Ginés #frentealespejo

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Si algo caracteriza la actividad empresarial en la actualidad es, sin duda, la internacionalización, y esa necesidad de expandir fronteras en un mundo que parece estar cada vez más interconectado.

Tratamos de fomentar el ‘networking’, contactar ‘ASAP’, enviar ‘e-mails’, contar con un buen equipo de ‘marketing’, definir nuestro ‘target’ de cliente, y así un sinfín de anglicismos. No podemos ignorar el peso que cobran los idiomas en la era de la globalización. Por eso, en aras de lograr una comunicación eficiente, debemos recurrir a la traducción como puente: para entender y para ser entendidos.

Pero ¿qué podemos considerar una buena traducción? Depende del contexto, respondemos siempre los expertos. Tal vez podría definirse como aquel texto que el lector no percibe que ha sido realmente traducido.

Una traducción correcta debe transmitir el contenido del escrito original, sin dejar de respetar el objetivo principal, el registro, el tono, el sentido, etcétera. En pocas palabras: una buena traducción aspira a provocar en su lector el mismo efecto que el texto original.

«Un texto bien traducido aspira a provocar, en su lector, el mismo efecto que el original»

Así pues, parece indispensable que cualquier individuo o empresa deba esforzarse en encontrar un equipo de traducción preparado, capaz de realizar un trabajo adecuado y eficiente, y no caer en la comodidad de que se ocupe alguien que «sabe un poco de [idioma en cuestión]» o «pasarlo por el Translate».

¿Qué ocurre con esos matices que nos caracterizan a los humanos: nuestra cultura, nuestro estilo particular, el humor, la ironía…? Exacto. Son elementos indispensables para causar el mismo impacto, y que no necesariamente es capaz de trasladar o de adaptar una persona por el mero hecho de ser bilingüe, y mucho menos una máquina.

Existen varios errores frecuentes en traducción. No voy a mencionar las “perlas” de la traducción literal, como aquel jefe que deseó happy bridge a sus empleados. Hablo de errores que pueden ocasionar graves perjuicios; por ejemplo, en el ámbito jurídico: los “falsos amigos” (‘false friends’), términos con diferentes acepciones según el país, o conceptos que no tienen equivalente por no existir el ordenamiento jurídico de destino.

«Hay expresiones que no puede adaptar cualquiera, solo por ser bilingüe… y mucho menos una máquina»

Lo mismo ocurre en el ámbito médico, pues las consecuencias de una traducción errónea pueden conducir a graves negligencias. O en el caso de la publicidad: conviene investigar sobre la mejor manera de anunciar un producto según la cultura del mercado de destino, de modo que las imágenes y los eslóganes surtan un efecto real. Para todo ello es fundamental el papel que desempeñan los traductores profesionales.

«Las palabras parecen tan inocentes e indefensas en un diccionario, pero ¡qué poderosas se  convierten en manos de quien sabe usarlas!», expresó con certeza el escritor Nathaniel Hawthorne. Es indiscutible que el uso que hacemos de las palabras, nuestra forma de combinarlas y de enlazar frases, puede acabar determinando nuestro éxito o nuestro fracaso.


María Ginés es graduada en Traducción e Interpretación de inglés, alemán, francés y español, y tiene un Máster en Comunicación Intercultural y Traducción en los ámbitos jurídico y sanitario.