Muchas veces nos preguntan por qué escribimos El factor edad. La verdad es que ha sido una inquietud constante durante los últimos años que se ha vuelto más oportuna por la cantidad de baby boomers que saldrán del mercado laboral con la consiguiente pérdida de talento y experiencia.
Yo, Enrique, voy a cumplir 66 años. Soy baby boomer y sigo en activo. He sido docente en la universidad y en escuelas de negocio y sigo ayudando a empresas sobre cómo ser más eficientes con su oferta de beneficios corporativos. Creo reunir experiencia por haber enfrentado situaciones de negocio y resuelto problemas de implantación de soluciones para la gestión de personas. Mantengo con orgullo una red de contactos numerosa que se han convertido en amigos después de haber sido clientes. Todo ello constituye mi fondo de comercio.
Además, sigo siendo usuario de las nuevas tecnologías, las cuales no me provocan ningún temor, aunque tenga una valoración de algunas de ellas (las redes sociales) distinta a la gente más joven. Hace poco una chica de unos 35 años me oyó decir a mi sobrina, su amiga, que más tarde le “wasapeara” y me preguntó que cuántos años tenía. Le contesté que casi 66 y me dijo que qué moderno a mi edad. Sonreí y le dije que yo ya mandaba emails cuando ella todavía no había hecho la primera comunión.
«Los jóvenes nos son tan necesarios como nosotros lo somos para ellos, y entre unos y otros podemos hacer que la sociedad y las empresas sean mejores».
La simpática anécdota me hizo sentir víctima de edadismo. ¿Por qué se nos atribuye a los mayores esa especie de obsolescencia programada? Los de mi generación fuimos usuarios del Lotus 1,2,3, del Wordperfect y del Wordstar y sufrimos con el Power Point 4.0. Hemos crecido profesionalmente junto a internet y si ahora algunos de entre nosotros son reticentes al Power BI no es por no reconocer su potencial, es simplemente porque nos gusta más la discusión de conclusiones en las relaciones presenciales y en las tertulias.
Los jóvenes son nuestros hijos y los percibimos con talento. Saben más idiomas y, por haber viajado, sus experiencias multiculturales les ponen en condiciones extraordinarias de comprender un mundo complejo que a nosotros nos intimidaba cuando todavía no lo era. Sin ellos nosotros repetiríamos lo que hemos venido haciendo y eso no provocaría progreso. Nos son tan necesarios como nosotros lo somos para ellos y entre unos y otros podemos hacer que la sociedad y las empresas sean mejores.
Yo, Ana, pertenezco a la generación X, que nos caracterizamos por ser testigo y parte activa de importantes transformaciones sociales, económicas y tecnológicas. A través de mis más de dos décadas de trayectoria profesional he entrelazado intrínsecamente el desarrollo del sector asegurador, así como con la evolución del concepto de gestión del talento en un entorno laboral cada vez más diversificado y digitalizado.
Actualmente soy directora general en Howden People y Compensa Capital Humano. He liderado equipos y proyectos en empresas de renombre como Mapfre, Caser y Willis Towers Watson, abrazado el cambio, y transformando compañías y personas hacia prácticas de trabajo más flexibles e inclusivas.
Una de mis pasiones es compartir conocimientos y experiencias, lo cual se materializa en mi contribución al libro El factor edad. Esta obra no solo destaca por su enfoque en la convivencia intergeneracional en el ámbito laboral, sino que también subraya la importancia de adaptar las estrategias de recursos humanos para fomentar un ambiente inclusivo que valore el talento en todas sus formas y edades.
«Es posible adaptarse a las nuevas realidades laborales mientras se mantiene firme el compromiso con la excelencia, la innovación y la inclusión».
En esencia, estoy comprometida con la creación de un futuro laboral prometedor, donde la diversidad generacional es vista no como un desafío, sino como una oportunidad inigualable para enriquecer el tejido empresarial. Mi visión se centra en liderar con el ejemplo, mostrando que es posible adaptarse a las nuevas realidades laborales mientras se mantiene firme el compromiso con la excelencia, la innovación y la inclusión.
Finalmente, y a modo de reflexión, es parte de algo, del legado que deseo dejar: un entorno laboral más abierto, flexible, sin estigmas e inclusivo, donde la diversidad generacional sea una de nuestras mayores fortalezas. Donde mi trayectoria pueda servir como un faro para futuras generaciones, mostrando que es posible liderar con integridad, pasión y un compromiso inquebrantable con la inclusión y el desarrollo humano.
Ana Matarranz y Enrique Arce son coordinadores de El factor edad (LID Editorial).