5 claves que definen a un líder del siglo XXI

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Como máximo responsable de una pequeña empresa, a menudo su creador y principal directivo tiene que desempeñar un papel protagonista en muchas de las facetas que desembocan en la culminación de una operación de éxito: ventas, marketing, finanzas, recursos humanos…

Pero sobre todo, en una pyme, su papel fundamental –aunque a menudo lo olvide– no es otro que ser un líder. No se trata sólo de lo que hace, no se trata únicamente de aquello que, por repetido, pasa desapercibido; se trata del profesional que elija ser en cada momento, y día a día.

Así que la pregunta que debería hacerse no es otra que… ¿soy la clase de dirigente que yo mismo estaría dispuesto a seguir a ciegas? ¿Soy un líder que inspira, cuyo carisma alienta y motiva? Los expertos en ‘coaching’ de negocios tienen bien definido este terreno. Por eso, para ayudar a los directivos que desean conseguir buenos hábitos de liderazgo, los tutores empresariales les hacen observan cinco claves a la hora de crear un equipo ganador.

  1. Un liderazgo indiscutible.
  2. Una meta común.
  3. Reglas del juego claras.
  4. Un plan de acción.
  5. Apoyo a la hora de arriesgar.

Un liderazgo indiscutible

Definiciones de liderazgo hay muchas y variadas, pero ¿qué tal empezar con una pregunta?: ¿La gente te seguiría si no tuviese un sueldo a cambio? De hecho, ¿aceptaría renunciar a una parte de esa paga para seguirte como su líder? Tal vez no, pero es una prueba interesante de hacer. Como un líder carismático, que necesita saber a dónde va, has de ser capaz de darte a entender de manera clara, y con verdadera pasión, para que los demás se sientan inspirados. Has de ser visto como alguien con confianza y determinación, y mantenerte firme a tus principios, incluso cuando las cosas se pongan feas.

Una meta común

No se puede conducir a la gente a cualquier lugar, a menos que sepa a dónde va. Es necesario que haya un claro objetivo, y que todo el mundo lo conozca. Puede estar plasmado por escrito en los papales fundacionales de la empresa, pero también –a menudo– estar sólo en la mente de quien la puso en marcha. Y todo el mundo tiene que conocer esa meta, para saber cómo se va a beneficiar lográndola. Así sabrán también cuál es el papel de cada uno, su contribución a la consecución del objetivo común. Entré en su oficina y pida a cualquier miembro de su equipo que le diga cuál es el fin último por el que están allí todos, y sobre él . Deberían ser capaces de decírselo sin dudarlo.

Reglas del juego

En cualquier organización es necesario que se conozcan y se sobrentiendan un conjunto de normas establecidas desde el origen de la misma, de manera que no exista margen para malentendidos. No hace falta que se muestren en un cartel en la pared –aunque hay ejemplos de normas bien diseñadas y curiosamente expuestas–, pero tampoco puede estar enterrado en algún manual del empleado, que nadie ha abierto desde que se redactó. Unas pocas reglas que cada empleado se comprometa a respetar. Podría incluir la actitud hacia los clientes y el resto del compañeros, la promesa de ser puntual y diligente, y tal vez un compromiso con el objetivo común de la compañía.

Plan de Acción

Como dice el aforismo empresarial, «un pensamiento positivo, sin una acción sincera y decidida, conduce directamente… a nada». Es preciso que haya una serie de planes, de acciones cohesivas a corto – el año en curso, el actual trimestre…– y medio plazo –3 a 5 años–. Y a nivel individual, detallar aquello que es bueno que la gente conozca. Ni que decir tiene que los propósitos más próximos en el tiempo han de ser breves y expresados oralmente, mientras que el plan a medio plazo debe quedar plasmado por escrito.

Apoyo a la hora de arriesgar

Puede ser complicado para que la gente se arriesgue, pero la alternativa –el que cada decisión y cada acción deba ser consultadas y sesudamente debatida– es un escenario mucho peor. Es importante alentar y apoyar al equipo en la toma de decisiones. Y cuando algo sale mal –que siempre sucede– es necesario repetir «¡bien hecho!» y también algún que otro «¡así se hace!». Sí, es cierto que puede ser duro. Por eso, asegúrese de que la lección queda aprendida, y que la próxima vez no se produzca contratiempo alguno. Porque si quiere que el negocio avance, que su empresa evolucione positivamente y crezca, habrá baches en el camino. Son inevitables.