Si al comenzar el mes de enero de 2020 alguien me hubiese dicho que en 90 días todas las empresas pasarían al teletrabajo, y que la que no pueda hacerlo estaría en riesgo de salir del mercado, sinceramente no lo hubiese creído.
Echar la mirada atrás es ver un cambio acelerado, en el que empresas y personas tuvimos que aprender a vivir de forma diferente.
Pero, en realidad, ¿qué ha pasado en el mundo de la empresa? A mi entender hay tres puntos que han sido el foco de reflexión estratégica en los últimos meses. Con independencia del sector industrial o del tamaño de la organización.
La adecuación a la nueva manera de hacer las cosas se ha basado en estos tres principios. El primero es que la ecuación tiene un constante, y es el cambio.Ningún modelo de los aprendidos funcionó. ¿Por qué? Pues porque no hubo tiempo de prepararnos; así que, sobre la marcha, y de los errores, hemos ido aprendiendo cosas como que el conocimiento y la información se comparte.
«No hubo tiempo de prepararnos; hemos ido aprendiendo sobre la marcha, y de los errores»
Los gurús expertos y celosos de la información pasaron de moda, para convertirse en mentores y responsables de la gestión del conocimiento. Nos dimos cuenta que no necesitamos tantos costes de infraestructura y mantenimiento de las oficinas, y que el sentido de humanidad es transversal en toda la gestión. Estamos atentos a los procesos, pero la persona es el centro de las decisiones.
El segundo es que el estilo de liderazgo evoluciona. Aquellos responsables que no lo han hecho, han perdido talento y generado mal clima. El líder necesita incorporar en su día a día comportamientos de empatía, escucha activa y respeto. Y teniendo en cuenta esto, pasamos de liderar a inspirar.
Por último, está la transformación digital. La frase que todos acuñamos con orgullo, pero tras la cual no solo hay una inversión tecnológica; hay un proceso de consciencia y cambio cultural que nos obliga a identificar nuevas formas de trabajo.
Con estos tres pilares teníamos que resolver cómo adecuar las oficinas a la nueva forma de hacer las cosas. Porque nos dimos cuenta que el espacio físico condiciona la forma en la que nos comportamos, y es un aliado de cara a la estrategia de employer branding de la compañía.
Las empresas grandes han tenido esto muy claro. Y ya desde hace algunos años han invertido en reformas de sus oficinas para con una serie de claves. Empezando por generar espacios colaborativos de trabajo, en los que se derriban las barreras y los despachos para tener lugares de “co-creación”. La experiencia de trabajar en equipo ya no se limita a una sala de reuniones.
«La experiencia de trabajar en equipo ya no se limita a una sala de reuniones»
Pero es que la imagen también cuenta para atraer talento. Los profesionales quieren trabajar en sitios agradables, cómodos, modernos y que den señales claras de que en esa empresa las cosas se hacen de forma diferente.
Es preciso vivir la flexibilidad. Vamos que lo mismo es un espacio de café, que un lugar para discutir un tema estratégico. Esto ayuda a aplanar las relaciones de jerarquía, procurando dar un tono de informalidad y comodidad a los espacios de trabajo.
Y si los organigramas se aplanan, las líneas de reporte son las cortas, y los líderes resultan más accesibles. Hasta el punto que pueden compartir mesa con su equipo. Se trata de un mensaje de accesibilidad, que cala muy bien en las nuevas generaciones que se incorporan al mercado laboral.
Y por último está el tema de la consciencia social enfocada a reciclar y conservar el medio ambiente. Es uno de los trabajos más importante que ha hecho el área de comunicación, porque cada uno ayuda a cumplir el carácter responsable de la empresa.
Estoy convencida que estos cambios, que aparentemente solo afectan la decoración de la oficina, aportan un clima que invita a trabajar viviendo valores como la colaboración, la empatía y el respeto.
Teresa Vila es directora académica de Programas de RRHH en IMF Business School.