«Iba yo a comprar el pan…», Juan Carlos Maté #frentealespejo

Juan Carlos Maté #frentealespejo

Quince años es una cifra bonita. Y se dice pronto. ¿Sabéis lo que pasaba hace década y media? En 2007 Lewis Hamilton ganaba su primera carrera en la Fórmula 1, Steve Jobs anunciaba el lanzamiento del iPhone y fallecía el escritor Francisco Umbral; a una de cuyas obras maestras homenajeo con el título de esta tribuna. Aunque, sobre todo, y lo más importante cuando se pone en marcha una empresa, nuestro país atravesaba la mayor crisis económica que ha conocido hasta ahora nuestra democracia.

Por eso, permitidme que me muestre satisfecho, y hasta un poquito orgulloso de que Caralin Group cumpla 15 años. Y que quiera hacer de hoy un momento especial; ese en el que uno echa la vista atrás y se pregunta cosas del tipo: ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Ha sido tan difícil como parece? ¿Qué hemos hecho bien y qué podríamos rectificar?…

15 aniversario

Cuenta una antigua leyenda que en la Edad Media –ya sabéis lo que me gustan los circunloquios– un hombre muy virtuoso fue injustamente acusado de asesinato. El verdadero culpable era una persona muy influyente, y por eso, desde el primer momento, se procuró hallar un chivo expiatorio para encubrirlo. El hombre fue llevado a juicio y comprendió que tendría escasas oportunidades de escapar a la horca. El juez, aunque también estaba confabulado, se cuidó de mantener las apariencias de un juicio justo. Por eso le dijo al acusado:

Conociendo tu fama de hombre justo, voy a dejar tu suerte en manos de Dios: escribiré en dos papeles separados las palabras “culpable” e “inocente”. Tú escogerás, y será la Providencia la que decida tu destino.

Por supuesto, el perverso funcionario había preparado dos papeles con la misma leyenda: “culpable”.

La víctima, aun sin conocer los detalles, se dio cuenta de que el sistema era una trampa. Cuando el juez lo conminó a tomar uno de los papeles, el hombre respiró profundamente y permaneció en silencio unos segundos con los ojos cerrados. Cuando la sala comenzaba ya a impacientarse, los abrió y, con una sonrisa, tomó uno de ellos, se lo metió a la boca y lo engulló rápidamente. Sorprendidos e indignados, los presentes le reprocharon su proceder.

¿Qué ha hecho? ¿Ahora cómo diablos vamos a saber el veredicto?

Es muy sencillo –replicó–. Leed el papel que queda y sabremos lo que decía el que me tragué…

Sumamente molestos, y tras una bronca muy mal disimulada, debieron liberar al acusado, a quien jamás volvieron a molestar. Pues bien, este es mi consejo para quienes ahora, en estos tiempos en los que tampoco parece que las cosas estén precisamente para tirar cohetes –con una guerra no tan lejana de por medio y una inflación desbocada, entre otras lindezas– se lo están pensando dos veces antes de poner en marcha su propia empresa. Como decía Albert Einstein, «no podemos dejar de luchar hasta el último instante. En momentos de crisis, solo la imaginación es más importante que el conocimiento».

Y ese es también mi parecer. Por supuesto que sobrevivir no es –y nunca lo ha sido– fácil. Hay un consenso general, a partir de los datos de desaparición de empresas, sobre las razones últimas que tienen siempre uno o varios de estos tres motivos: no conseguir vender lo suficiente, problemas de liquidez o deficiencias en la gestión.

La primera, suele tener como causa última no pensar suficientemente en las necesidades del cliente, no escucharle y estar más centrados en nuestra oferta que en la demanda. Mirar más dentro de la empresa que fuera. Tal vez por eso la tasa de esperanza de vida es más alta en las empresas de servicios, en las que la escucha al cliente es más obligatoria, que en las empresas de productos.

La primera razón por la que una empresa desaparece pasa por no pensar suficientemente en las necesidades del cliente, no escucharle y estar más centrados en nuestra oferta que en la demanda.

La segunda causa tiene más relación con la gestión del cash flow, de los gastos innecesarios, de no disponer de buenos indicadores de gestión o de no contar con elementos de referencia como un presupuesto anual o falta de experiencia financiera. Y por último está la gestión de las relaciones con las personas, ya sean socios, empleados o clientes. Aquí, la falta de liderazgo; el no disponer de una estrategia; no rodearse de gente competente; o gestionar mal los procesos internos son las causas más habituales. En suma, una relación de deficiencias derivadas de no entender que una empresa es una comunidad de personas y que por tanto necesita gestionar: emociones, entusiasmos, conflictos, interesas legítimos, resistencias al cambio y personalidades diversas.

«Quien tiene un modelo», dice el bueno de Juan Roig, «tiene un tesoro». Y el mío ya lo conocéis, pues abarca todos esos elementos críticos y les da una respuesta coherente: ser honrado y constante, conmigo mismo y con los demás; no aceptar aquello de que todo vale en el mundo de los negocios; y rodearme –y esto es importante, porque hoy les quiero felicitar a ell@s– de gente que sabe más que yo. Lo cual no es muy difícil: mi universidad es la calle, que tampoco es ninguna tontería.

Por tanto, cumplir 15 años, además de la alegría propia de los supervivientes, nos sirve de reflexión para mejorar aún más nuestro modelo de gestión y de relación con el cliente. De cómo lo hagamos en el futuro y de cómo nos adaptemos a los cambios –que ya vemos que nunca cesan– dependerá el que volvamos a levantar nuestras copas dentro de otros 15 años. Como poco.


Juan Carlos Maté es presidente de Caralin Group.