«El algoritmo ágil que mide las emociones humanas», Hermógenes del Real #frentealespejo

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Buscando entre las novedades relacionadas con el concepto de la agilidad (lo agile), encontré un algoritmo versátil y dinámico sobre el análisis del comportamiento humano. En él descubrí que la obsesión por el dato no debe robarnos tanto tiempo. Y que, muchas veces, los datos no siempre tienen que ser muy copiosos para hacer una excelente predicción.

El algoritmo se llama ADNe (ADN emocional), y ha venido para provocar interés científico. Procede de la neurobiología, y mide de forma numérica y con certeza científica el comportamiento de una persona; o más concretamente: las características neuromoduladoras que determinan su expresión génica. Su andadura comenzó con un estudio sobre el Alzheimer, con pacientes en los primeros grados de la enfermedad –casi asintomáticos–, y acertando en un 100% de los casos. Su validez y consistencia son únicas.

Ante la pregunta de si tu comportamiento emocional está determinado por la carga genética, la respuesta es no, porque el ambiente nos moldea y el contexto termina de definir nuestra forma de expresarnos. Lo que obtenemos del algoritmo es el llamado persotipo emocional. Con este perfil, y analizando la influencia que ejerce el entorno de cada individuo, se puede predecir –por ejemplo– tu grado de fidelidad, así como el riesgo de fuga de la empresa o de casa. Eso no quiere decir que lo vayas a hacer, pero lo predice.

«Nuestro comportamiento emocional no lo dicta la carga genética: el ambiente y el contexto nos moldean»

La amplitud de medición e información de este algoritmo está tanto en su aplicación profesional como en la personal y, en un segundo aspecto crucial, en cómo me ven y cómo me relaciono. Y es que, gracias al ADNe, también puedo saber si mi hijo será feliz estudiando el grado escogido, o determinar mi capacidad y facilidad de aprendizaje, entender mi estilo de conducción, qué mensaje me afecta más como consumidor o si voy a dar “mucha guerra” a los cuñados en la cena de Navidad.

Esto podría evolucionar rápidamente en el desarrollo de la gestión del comportamiento, como herramienta para anticipar cómo somos individualmente, y prevenir y orientar nuestro devenir profesional más adecuado emocionalmente.

El problema, y aquí es donde noto la falta de agilidad, es que el fundamento en la composición del algoritmo está en la neurociencia. Sin embargo, hay poco trasvase de este tipo de conocimiento a la dirección de empresas, y por eso no evoluciona a buen ritmo. Esto se debe a que, por lo general, el foco de los investigadores que utilizan neurotransmisores está en las enfermedades, no en el ámbito laboral.

«¿Aplicaciones en recursos humanos? El desarrollo del talento, el aprendizaje, la gestión de la diversidad…»

Hay infinidad de aplicaciones del algoritmo a las políticas de recursos humanos, como el desarrollo, el talento, el aprendizaje o la gestión de la diversidad entre otros. Y también como funcionalidad de reclutamiento; de hecho, hoy en día podemos saber que, a medida que los reclutadores en las empresas tienen confianza en esta herramienta, no necesitan realizar entrevistas en procesos recurrentes. Otra información que ya se puede obtener es la afinidad de los mentores con “sus parejas de baile”, y cómo aconsejarles de forma eficiente.

¿Dónde está la agilidad del algoritmo? En que toda esta información y sus aplicaciones se obtienen en cinco minutos y se hace una sola vez en la vida. Por eso creo que la aplicación más impactante, aparte de las alertas tempranas en enfermedades, es la de ayudar a los alumnos a obtener la lucidez necesaria de su visión interior y relacional. No es inmediata, pero es enormemente enriquecedora.


Hermógenes del Real es profesor del Departamento de Organización en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Autónoma de Madrid, y managing director de ADNe Solutions.