«Formación continua e innovación: binomio inseparable y responsabilidad colectiva», Gonzalo León #frentealespejo

Gonzalo León

La relevancia de disponer de una sociedad capaz de innovar para mantener su competitividad, acelerar el proceso de digitalización y apoyar una transformación del tejido productivo es asumido en todos los ámbitos de responsabilidad de la sociedad española. No obstante, aún nos falta entender las consecuencias de la estrecha relación existente entre el esfuerzo en investigación, en innovación, y en educación; tres conceptos cuya conexión implica la necesidad de abordarlos conjuntamente en lo que se ha denominado el “triángulo del conocimiento”.

Es evidente que difícilmente se puede innovar si no se tienen los conocimientos necesarios. Y por las propias características del proceso innovador, sobre todo el tecnológico, la mayor parte de los requeridos no existían cuando recibíamos la formación reglada en nuestra juventud. Es necesario adquirirlos después.

Este proceso de actualización de conocimientos, embebido en los que se denomina formación continua, sucede en todos los niveles de responsabilidad en el mundo laboral, adaptando contenidos y niveles a los considerados necesarios. Pero también impacta en el ciudadano, si deseamos que se convierta en usuario de nuevos productos y servicios avanzados. A la postre, no existe innovación sin usuarios.

A ello también se suma la existencia de una sociedad más compleja en la que el uso de conocimientos interdisciplinares, tanto los denominados “blandos” como los “duros”, es cada vez más relevante para poder desenvolverse adecuadamente e integrarse plenamente en la sociedad.

La experiencia acumulada durante el año 2020 por el impacto de la Covid-19 en gran parte de los países ha dejado clara esta necesidad en el ámbito de la digitalización. El esfuerzo realizado a nivel individual y colectivo en el caso español es encomiable, pero su relevancia debe trascender este fenómeno para anclarse en un proceso más profundo de transformación de la sociedad. Aprovechemos el impulso con los nuevos fondos de recuperación.

«Investigación, innovación y educación son tres conceptos inseparables de lo que se ha denominado el ‘triángulo del conocimiento’».

Tampoco podemos quedarnos solo atendiendo las necesidades formativas de la población activa, sino que hemos de extenderla al conjunto de la población adulta. Con una población envejecida, el esfuerzo para que no quede aislada del uso y acceso a muchos de los servicios digitales administrativos, sociales o de entretenimiento es clave para lograr una sociedad más cohesionada.

España tiene aquí una asignatura pendiente. El proceso formativo debe comprenderse como un proceso continuo, casi desde que nacemos hasta que morimos. Ha de formar parte de nuestra experiencia vital, y tanto como individuos como colectivo, debemos dedicarle mucha más atención. Esta visión conduce a incrementar progresivamente los recursos destinados, la valoración social, y adoptar una visión holística que afecta a toda la sociedad y no solo a estudiantes y trabajadores.

Adicionalmente, es necesario mejorar los procesos de formación continua, extendiendo su uso desde nuestras grandes empresas, ya muy concienciadas y con valores de implicación superiores a los encontrados en muchos países de la UE, a las pequeñas y medianas microempresas, mayoritarias en nuestro país, en las que aún queda un considerable esfuerzo por hacer.

Posiblemente, su déficit no se encuentre tanto en el uso de la formación continua como en la forma en la que se implementa, en la que prima la impartición de cursos frente a otros modelos de formación más dinámicos, asociados al puesto de trabajo e imbricados en la actividad diaria. No hemos sabido aprovechar plenamente las oportunidades que ofrece la formación profesional dual.

«España no ha sabido aprovechar plenamente las oportunidades que ofrece la formación profesional dual».

Hoy día, el acceso a plataformas digitales educativas, la existencia de múltiples contenidos multimedia, la creciente incorporación de soluciones basadas en inteligencia artificial, el despliegue de redes móviles de banda ancha, y la disponibilidad de dispositivos inteligentes por la gran mayoría de los usuarios, favorece el desarrollo e implementación de sistemas de aprendizaje personalizados, mucho más eficientes que los existentes en el pasado. Aprovechémoslos.

Soy consciente de que su implementación por las organizaciones empresariales y las administraciones públicas obligará a arbitrar métodos flexibles de gestión en los que la formación no solo sea reactiva para cubrir las necesidades productivas actuales, sino que se anticipe a necesidades futuras. Para ello deberá contar, no sólo con la decisión y la asignación de recursos de las organizaciones, sino también con la voluntad de los trabajadores en asumir la necesidad de su formación continua y el apoyo de las administraciones públicas.

En definitiva, la formación continua se ha constituido en un instrumento clave para impulsar un país más innovador. Con ello, habremos dado un paso significativo en la transformación del tejido productivo que tanto necesitamos.


Gonzalo León es catedrático de Ingeniería Telemática de la Universidad Politénica de Madrid y miembro del Foro de Empresas Innovadoras (FEI).