«Un país que lo va a conseguir», Juan Carlos Maté #frentealespejo

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Son circunstancias estas ante las que nadie podía habernos “vacunado” hace apenas un mes. Momentos en los que se agradecen consejos positivos, iniciativas que sumen, propuestas bienintencionadas… Y en los que sobran noticias interesadas, estadísticas falsas, miedo y mala fe…

Tiempos nuevos y extraños, en los que no puede faltar la esperanza. Por eso me dirijo a ti, lector. Para infundirte ese ánimo que a veces decae. Porque una cosa está clara: para este virus todos somos iguales, y a todos nos va a afectar esta crisis global.

Aunque, de momento, la situación nos afecta de forma desigual. En primer lugar, están los contagiados, los que desarrollen la enfermedad, los que sufran con ella y después, aún así, a pesar de los desvelos del personal sanitario y de todos los colectivos que le prestan apoyo, no puedan salir adelante. Ellos deben ser nuestra prioridad.

Y para poder seguir apoyándoles, siquiera con nuestra entereza de espíritu, es preciso aceptar y digerir la situación. Que es confusa, atrapados en esta ensoñación constante, de la que tenemos unas ganas desesperadas de despertar. Al tiempo que sentimos el irresistible impulso de remar, unas veces con más tino que otras, para mantener esa cordura y rutina siempre reconfortantes.

Y eso está bien, créeme. Porque como cuenta una antigua fábula africana, el día en que estalló un gran incendio en la sabana todos los animales huyeron asustados. Y mientras lo hacía, el propio león vio a un colibrí volando en dirección opuesta. «¿A dónde crees que vas?», le preguntó el rey de la selva: «Hay que huir hacia el bosque». El colibrí respondió impávido: «Voy a la charca a recoger agua para arrojarla al fuego». «¿Estás loco?», le reconvino el león. «No creerás que puedes apagar un incendio gigantesco con unas gotas de agua». A lo que la pequeña ave contestó: «Yo solo hago mi parte».

Es lo que nos toca a todos ahora. Mantener el tipo y aportar nuestro grano de arena. Entereza y empatía. Porque sí, nos han fastidiado los planes, el día a día, las salidas previstas… Nos limitan a un “sinvivir”, metidos entre cuatro paredes. Nos imponen cómo y qué hacer.

Y parece que nos vamos a volver locos, porque pensamos que no hay nada peor que el que delimiten nuestra autonomía, que minimicen nuestra libertad, que controlen nuestra independencia o mermen nuestra autodeterminación.

Además, a medida que pasan los días, se puede pone en evidencia algo incluso peor: la incapacidad de estar con uno mismo, de mantenerse en paz. Sin necesidad de buscar constantemente fuera lo que nos entretenga para poder estar bien dentro.

«Tenemos lo necesario para estar bien, e incluso mejorar personalmente»

Cuando en realidad tenemos lo necesario para estar bien, en lo material. Y el tiempo y las circunstancias adecuadas para estrechar vínculos con los nuestros, e incluso mejorar personalmente: aprender cosas nuevas, descubrir aquello para lo que nunca teníamos un momento, simplemente ser… Porque lo importante, lo que nos hace felices, ya lo tenemos: y está más cerca de lo que creemos.

Así que nuestras vidas, al parecer tan cotidianas, ahora se pueden volver extraordinarias. Y eso es un regalo. Ante un mundo que se está colapsando por una vorágine de información y un pánico apocalíptico, tú puedes ser la resistencia. Desde la entereza y la empatía que te mencionaba.

Porque van a volver los buenos tiempos. Y el primer impulso será salir para conocer de nuevo todo: saludar a los vecinos cara a cara, en vez de evitarlos; pasear por las calles del barrio, que creíamos conocer de memoria… Apreciar el valor de las cosas, precisamente porque nos las han arrebatado unos días.

Créeme que el primer café que bebamos, cuando podamos cruzar al bar de enfrente –y por mucho que esté hecho con los granos y la cafetera conocidos–, nos va a parecer delicioso. Porque sabrá a país que lo ha logrado.

«El primer café, al poder salir, nos sabrá a país que lo ha logrado»

Así que, si aguardas con confianza en la vida, y eres capaz de mantenerte sereno, te felicito. Y si, por el contrario, sientes que necesitas alguien que te escuche y te oriente, déjame hacerlo: contacta conmigo, porque estoy dispuesto a hacer mi parte.

Hemingway comienza una de sus obras inmortales con una frase de John Donne: «La muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad. Por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas: doblan por ti». Verás como hoy, más que nunca, le encuentras todo su sentido.

Gracias por leerme, y por estar ahí.


Juan Carlos Maté es presidente de Caralin Group.