«Todo cambia, todo sigue igual», Esther Trujillo #frentealespejo

Esther Trujillo #frentealespejo

Cuando empezó a hablarse de responsabilidad social en España, allá por el año 2000, los primeros gestores en la materia nos enfrentamos a un reto: trabajar en algo que nunca se había gestionado, que nadie entendía con exactitud en qué consistía y para lo que no estábamos formados. Bueno, en realidad son tres retos.

Por no haber, no había casi ni empresas a las que copiar. Así decidí escribir la primera edición de La Sociedad que no quería ser Anónima, hace ya 11 años.

He tenido la suerte de estar presente e implicada en el nacimiento y desarrollo de la responsabilidad social en España, e incluso en otros países. Aun sabiendo que nadie escarmienta en cabeza ajena, intenté ofrecer una visión muy crítica de todo aquello, de cómo funciona, y cómo no funciona, de cómo suceden estas cosas dentro de una organización, de lo que alguien que tenga esta misión se va a encontrar en el camino.

Con ello, además, pretendía dignificar un poco la profesión, honrarla. Y nadie mejor para explicarlo que un director de responsabilidad social de una organización cualquiera. Así, para protagonizar el relato en primera persona, nació Amaro Cifuentes, una representación de todas las personas que se dedican a inyectar la responsabilidad social y la ética en las empresas; una caricatura de todos aquellos que hemos trabajado en grandes proyectos de cambio cultural interno, que es, en definitiva, de lo que se trata la responsabilidad social. Como toda caricatura, Amaro es la exageración y la parodia de sí mismo.

«Muchos de los aspectos que intentábamos impulsar hace años en las organizaciones, ya están recogidos en la legislación, y no son una opción, sino una obligación».

Al trabajar la segunda edición, revisada y comentada, encontré dos realidades. La primera, es lo que ha cambiado en la última década. Muchos de los aspectos que intentábamos impulsar hace años en las organizaciones, ya están recogidos en la legislación, y no son una opción, sino una obligación. En realidad, este movimiento vacía de contenidos la profesión, ya que cumplir con lo normativo suele ser tarea de las áreas legales y de cumplimiento.

Sin embargo, los Amaros siguen siendo necesarios en las organizaciones, porque debajo de los aspectos regulatorios, queda la difícil tarea de lograr que las empresas se comporten de manera íntegra y que sean más conscientes del impacto de su actividad, que sean menos anónimas. Aún falta mucho para que las organizaciones aborden estos temas de manera proactiva, no reactiva; que quieran gestionar de una manera más ética por voluntad, por principios, no por obligación o por exigencia de sus grupos de interés.

Y esta es la segunda reflexión que encontré en la revisión: lo que no ha cambiado, y posiblemente nunca cambiará, que es la resistencia del ser humano ante el cambio cuando no dispone de datos que demuestren su rentabilidad.

A lo largo de sus páginas, La Sociedad que no quería ser Anónima recorre los que, en mi opinión, son los diez grandes ejes centrales y esenciales de una transformación organizacional hacia un modelo más humano, menos anónimo. En cada tema ofrezco una primera parte más o menos ortodoxa, en la que describo de forma más teórica aquello que se supone que funciona.

«En cada tema ofrezco una primera parte más o menos ortodoxa, en la que describo de forma más teórica aquello que se supone que funciona».

Y una segunda parte en la que, a través de experiencias concretas, las que vive Amaro Cifuentes en el desarrollo de su proyecto, queda patente el cómo funciona en realidad. En esta segunda edición se incluye, adicionalmente, una tercera parte en la que en cada capítulo se recoge un testimonio real de una persona (un Amaro) con nombre y apellido.

Sigo pensando que quienes nos levantamos cada día pensando que una sociedad menos anónima es posible, los Amaros del mundo, siempre necesitamos mejores herramientas, más visibilidad, más recursos, información, soporte emocional, espacios de humor y que se hable abiertamente de lo que no funciona, y de lo que sí. Sirvan las páginas del libro para contribuir a todo esto.

Por último, quisiera mencionar que los derechos de autora de esta edición han sido cedidos a Fundación Tomillo, que cada día trabaja en devolver la esperanza y el sentido vital a miles de jóvenes. ¡Gracias a todos por leerme!


Esther Trujillo es autora de La sociedad que no quería ser anónima.