Vivimos buscando la felicidad, creyendo que podemos comprarla, cuando la realidad es que cada uno de nosotros somos una fábrica con mucho potencial para producirla. Solo necesitamos ponernos al frente de ella y comenzar a tomar decisiones conscientes, deliberadas y autoconcordantes con lo que realmente nos importa en la vida, y no en base a lo que está de moda, lo que hacen o dicen los demás, lo que nos venden u otras razones externas.
Una vida feliz es una vida bien narrada, como diría Séneca; para lo cual necesita contar con un buen argumento que, como explico en mi último libro La Alquimia de la Motivación, nos lo proporciona el propósito personal. Nuestra existencia es una novela que escribimos día a día con cada decisión que tomamos. Algunas de ellas son sencillas e intrascendentes; otras más difíciles y complejas. Pero todas suman a la hora de construir una vida.
La velocidad y el flujo de información es tan grande que nos estamos viendo excedidos, reaccionando sin pensar a todo, viviendo, como dice el neurocientífico Facundo Manes, más automáticamente de lo que necesitamos para disfrutar la vida. Cada vez que nos abalanzamos sobre la notificación que nos llega al móvil o nos enganchamos compulsivamente a navegar por las redes sociales, retirando nuestra atención y nuestro tiempo de cosas más importantes, estamos comprometiendo nuestra felicidad, pues nos estamos apartando de aquellas actividades que nos permiten realizar nuestro propósito.
«Algunas decisiones son sencillas e intrascendentes; otras más difíciles y complejas. Pero todas suman a la hora de construir una vida»
Para decidir bien necesitamos contar con información adecuada. Lo que ocurre es que, para algunas decisiones, esta información no está fuera. No está en los libros, en un gurú, en un experto o en Internet. Tenemos que buscarla dentro de nosotros para crear una razón propia. Esa que da sentido a nuestra vida, a todo lo que hacemos, al esfuerzo, a las renuncias, al tiempo empleado y al sacrificio. Esa razón que nos permite ser quien queremos ser y hacer aquello que valoramos y en lo que creemos. Esa razón última es el propósito personal, que está conectado a nuestros valores, aspiraciones, motivaciones y yo ideal.
Y es una razón, que no sólo motiva, sino que también convence, que es deseada y deseable. Por eso tiene una fuerza mayor, la fuerza del compromiso. Cuando elegimos en base a nuestro propósito lo hacemos con más determinación y perseveramos más. Los obstáculos los vemos como pruebas a superar para renovar nuestro compromiso, y los errores o fracasos como fuentes de aprendizaje para buscar mejores formas de seguir realizando nuestro propósito.
En el “mundo Netflix” en el que vivimos, con una oferta de alternativas ilimitada, elegir se hace cada vez más difícil. Se hace realidad la “paradoja de la elección”: a más posibilidades de elegir menos capacidad de hacerlo bien. Ante tanto ruido, tanta información y tantas alternativas el propósito es un filtro de gran ayuda para no perdernos, para no desorientarnos, para no malgastar nuestro tiempo saltando de información en información o de estímulo en estímulo, para valorar con criterio, para elegir con conocimiento de causa.
«Cuando sabes cuál es tu propósito, sabes a qué cosas decirle no y a qué cosas decirle sí»
El propósito es nuestra causa, nuestra razón de ser y estar, nuestro norte. Contar con el aporta mucha claridad y seguridad a la hora de tomar decisiones: dudamos menos, decidimos más rápido, avanzamos con paso firme en la vida y nos sentimos satisfechos y felices. Porque cuando eliges en base a tu causa, no te puedes equivocar, estas eligiendo de acuerdo a lo que te importa, valoras, te realiza y te hace feliz.
Y, además, funciona de manera sencilla: ante cada decisión, ante cada acción a emprender, ante cada impulso que te asalte aplica la regla 3P: para, pausa y piensa. Reflexiona para qué lo vas a hacer, y si te acerca o te aleja de tu propósito y del logro de las metas asociadas a él. Esta es la forma de no perder el hilo argumental de tu vida, y que la puedas vivir con plenitud.
María Luisa de Miguel es directora de la Escuela de Mentoring y autora de La Alquimia de la Motivación: como motivar la voluntad para vivir conectada a tu propósito.