«Del papel a la web: leer el periódico ya no es lo que era», Jaime R. Parrondo #frentealespejo

Jaime R. Parrondo #frentealespejo

La prensa hay que leerla repanchingado en un sillón frailuno, como decía el otro. Es una rutina, y como la de cepillarse los dientes o la de regar las plantas, requiere de una cierta concentración y precisa disponer de un rato para dedicárselo en exclusiva. Para realizar la tarea a conciencia, como es debido. No deprisa y corriendo o de cualquier modo, que es como parece se hacen últimamente las cosas. Llamadme boomer, pero decidme, sobre todo los que tenéis más de 40, y la costumbre desde jóvenes de leer el periódico a diario, ¿no os pasa lo que os voy a contar a continuación?

¿No preferíais esos 10 minutos, tal vez 20 los fines de semana, para acercaros al quiosco, saludar a una de las personas mejor informadas del barrio –porque ahí empezaba tu conocimiento de la información relevante del día–, meterlo bajo el sobaco y buscar un lugar tranquilo para disfrutar con la lectura de las noticias?

Empezar por dónde os gustaba, que cada uno tenía sus manías: las necrológicas, los deportes, el tiempo… Y leeros a fondo los artículos que os interesaban u os llamaban la atención. No devorar a toda prisa los titulares y, a lo sumo, alguna entradilla…

«En los periódicos online prima la divulgación sobre la profundidad, y el titular llamativo sobre el contenido veraz. Son esclavos de las audiencias, en lugar de servidores de la verdad».

La prensa escrita es la caricia de cada mañana, con olor a mundo. Tener las páginas entre las manos es todo un rito con sentimiento. Es maravilloso ese segundo cafelito con el periódico como compañero. Pero la cosa toca a su fin. Si os contase los ejemplares físicos que venden a diario entre las tres primeras cabeceras nacionales os daría o bien un ataque de risa, o bien de llanto al pensar que cada vez somos menos los que quedamos que conocimos la época dorada del periodismo y hemos vivido también su declive.

Porque hoy todo ha cambiado. A ver, no hoy, la cosa empezó hace ya década y media. El caso es que, en la actualidad, los periódicos online priman la divulgación sobre la profundidad, el titular llamativo sobre el contenido veraz y, sobre todo, nos han privado de algo fundamental: las portadas; es decir, lo que merece la pena saber de un vistazo.

Hoy, no. Y estoy dispuesto a discutirlo con quien haga falta. Ahora, esa fotografía te proporciona, junto con el verdadero meollo de la información, noticias de todo punto irrelevantes. Es cierto que lo fundamental está, pero rodeado de imbecilidades puestas ahí para que piques –el término anglosajón clickbait es definitivamente genial: cebo para lograr visitas– y enviarte a un supuesto curso para millonarios.

En contra de lo que estudiamos en la carrera, como aquello de la importancia que le confería el tamaño o la colocación –página par o impar, en la parte superior o en la inferior…– a la propia noticia, ahora la uniformidad de la web ha delegado la capacidad de ejercer criterio en el lector: bucee usted entre las tonterías y las noticias “lolailo” para encontrar la información seria, porque nosotros hemos dimitido de eso.

La prensa escrita, hasta hace poco, se mantenía al margen de las audiencias –que antes solo afectaban a la información proveniente de las radios y las televisiones–, pero desde la llegada de las ediciones digitales se empieza a mover con otros parámetros que han alterado la jerarquía de la información.

«Se ha delegado la capacidad de ejercer criterio en el lector: bucee usted entre las tonterías y las noticias “lolailo” para hallar la información seria, porque nosotros hemos dimitido de eso».

El caso es que pasan los años, y no deja de molestarme la experiencia diaria de leer el periódico en la red: el nivel de intrusividad que las ediciones online de la mayoría de los periódicos han decidido aceptar; y que crece de una manera exponencial. Cuando la experiencia de intentar leer el periódico se convierte en un desagradable asalto constante de los más variados mensajes sin interés alguno, que te impiden llegar a lo que sí que deseabas leer, es que alguien ha perdido el rumbo.

Los actuales excesos publicitarios de los periódicos online nos evocan lo desmesurado de la estupidez humana, lo absurdo del razonamiento de unas marcas que no dudan en molestar a sus potenciales clientes creyendo que así van a conseguir ganar sus favores. Pero si hasta YouTube parece haber perdido el norte.

La batalla está perdida, hipotéticos lectores que estáis de mi parte. Es lo que hay, y los nostálgicos, en esto, como en tantas otras cosas, cada vez iremos viendo más quioscos cerrados y menos noticias verdaderas y bien contadas, en detrimento de vaya uno a saber qué. El periodismo, como ha escrito Mikel Alberola, fue bonito mientras existió.


Jaime R. Parrondo es periodista.