Mañana, día 1 de octubre de 2016, se cumplirán nueve años desde que un loco maravilloso pusiese en marcha una idea empresarial novedosa. En este año, en el que se celebra el IV centenario del fallecimiento de Miguel de Cervantes, la comparación de su principal personaje literario, patrimonio ya de la humanidad, es más que evidente. Juan Carlos Maté es nuestro Don Quijote particular. Y como el caballero andante, es un espíritu ejemplar, animado por la descabellada idea de mudar el mundo empresarial. Su empeño es corregir sinrazones, enderezar entuertos y vengar agravios. Y hoy, toca que le reconozcamos –una vez más– su casta y su peculiar estilo. ¡Felicidades, presidente!
Había regresado de un verano en el que los mejores atletas del mundo nos maravillaron durante los Juegos Olímpicos de Pekín; donde les vimos llegar más alto, más rápido y más lejos. Y él pensó «¿y por qué no?».
Así que armado con un cuaderno de anillas de su hija Alejandra, y frente a su sempiterna cajetilla de Marlboro –cualquier día de estos…–, comenzó a pergeñar lo que en breve habría de convertirse en la plataforma empresarial que hoy conocemos y admiramos. Cierto es que pronto tuvo la suerte o la sagacidad de reunir a una «guardia pretoriana», Paloma y José Luis, que sabe mimarle y reconducirle a partes iguales, y con los que conforma un trío inigualable. Luego llegaron sus «queridos abogados», Raúl y César. Y siempre, por encima de todos, Inma…
Pero en el fondo, todos sabemos que sin nuestro Don Quijote particular, nada de todo esto hubiese sido posible. Juan Carlos es –como el caballero de la triste figura– un loco cuerdo, genial y entrañable; una personalidad que ilumina y caldea a los conocidos. Por su amor a la vida y por su deseo de mejorarla. Porque vive como piensa. Porque despierta esperanza. Porque da ejemplo.
Por eso reconforta que, nueve años después, y tras algún que otro revés, nuestro héroe siga cabalgando. ¡A por el décimo, presidente!