«Me habéis pillado en una tarde rara», Juan Carlos Muñoz #frentealespejo

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Y aquí me encuentro: delante del portátil. Con mi hoja en blanco, y pensando en qué escribir para cumplir, con cierto éxito, las expectativas creadas ante el compromiso adquirido con el gran Juan Carlos Maté y su #frentealespejo…

El caso es que me sería más o menos fácil, después de 40 años de actividad profesional dedicado al aluminio, en casi todas sus variantes, hablar de las intimidades de este mundo, de su realidad y su folklore, pero me da mucha pereza. Hay tanto que mirar hacia atrás…

La primera idea que se me viene a la cabeza, pensando en todo esto, es el momento en que empezó la aventura. Con apenas 20 años y un Renault 8 de “tercera mano” por bandera. Se llamaba Rafael; sí, tenía nombre, porque en esos tiempos era algo realmente importante en nuestras vidas.

«Hay tanto que mirar hacia atrás…»

Un coche que, a nuestra semejanza, se nos presentaba tal cual éramos. Sin airbag, sin frenos ABS, sin aire acondicionado, sin cinturones de seguridad, con manivelas para subir y bajar los cristales; o sea, a pelo. ¿Cómo pudo darme tanto juego? Con él callejeé por el Madrid de los ochenta. Conocí chicos y chicas. Vimos amaneceres a través del vidrio marrón de los “minis” de cerveza, calentándonos sobre el capó de ese amigo inseparable.

Después, y tres el antepenúltimo concierto de Camarón, de Loquillo o de Los Rebeldes, aquel tipo con cara de conejo que nos esperaba para mirarnos desde detrás del espejo cuando llegábamos a casa, deslumbrados por el incipiente sol de la mañana… Era la movida. Escuchábamos a Silvio Rodríguez, éramos solidarios y de izquierdas; gente que disfrutaba con lo poco que teníamos. Éramos voluntad con ideales.

La vida tira, y vas pasando de comunista marxista a católico marxista, católico socialdemócrata y, según lo que hayas triunfado en la vida, terminas de liberal. Eliminas lo de católico, por eso de no tener que repartir y no molestar a la conciencia.

Nos moldeamos según nos golpean los años. Ahora algunos miramos la vida desde el jardín de un chalé y echando un cigarrillo apoyado en el capó de un BMW. Estamos bien con la vida, pero… ¿qué no daríamos por cambiar ese tabaco rubio por Ducados o Bonanza; el Tag Heuer por ese Casio que se encendía al pulsar un botón, y que tanto juego nos dio con las chavalas? ¿Esa copa de Macallan 12 años por un mini de cerveza El Gavilán del tiempo, encima del maletero de Rafael, y abrazado a aquella chica de Teruel…?

«Nos moldeamos según nos golpean los años»

Incluso yo, que siempre fui “de ciencias”, agoto mi quinta decena de años –y aproximándome peligrosamente a la sexta– escribiendo libros. Uno que siempre cateaba gramática y literatura… ¿Cuántas personas o personalidades existen dentro de nuestra cabeza?

En fin, perdonarme, y no me tengáis muy en cuenta estas reflexiones, porque me habéis pillado en una tarde rara. Mientras escuchaba esa canción de Alaska… ¿Os acordáis? La que dice:

…¿A quién le importa lo que yo haga?, ¿a quién le importa lo que yo diga?…

Si a algún loco se le han despertado algunos recuerdos; ha conectado en cierto modo con alguna de estas reflexiones, y quiere conocerme algo más, ya sabe dónde puede encontrarme.

¡Feliz viaje!


Juan Carlos Muñoz es escritor.