Pros y contras del cambio horario

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Dos veces al año nos toca adelantar o atrasar la hora, pero muy pocos ciudadanos se preguntarán el porqué. Y es que el cambio de hora, que se aplica en 70 países del mundo en pos de un ahorro energético teórico, cada día está más cuestionado, en especial por el ARHOE. En el IDAE calculan que puede llegar a representar el ahorro de un 5% del consumo eléctrico; unos 300 millones de euros. Pero no faltan quienes lo ponen en duda, e incluso apuntan sus efectos negativos sobre la salud y el biorritmo circadiano.

Hace un mes terminó el horario de verano y echamos una hora hacia atrás las agujas del reloj como es habitual: a las 03:00h de la madrugada volvió a ser las 02.00h. Con este cambio se implanta otra vez el horario de invierno —o “estándar”—, que en primavera había dejado paso al llamado horario de verano. Entonces “perdimos” 60 minutos de sueño para ganar en luz matutina. Ya hay organismos, como la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles (Arhoe), que están pidiendo que se estudie con más detenimiento el asunto.

¿Ahorro energético?

Parece que fue el científico, inventor y político Benjamín Franklin el primero que propuso algunas medidas, entre ellas el cambio de hora, para ahorrar energía adaptando nuestra vida al horario solar. Pero el cambio de hora no se tomó en serio hasta la Primera Guerra Mundial, cuando Alemania opto por reducir el número de horas de iluminación artificial para ahorrar un carbón que luego utilizaría en actos bélicos. Pronto esta estrategia fue imitada por aliados y enemigos.

Después de la Segunda Guerra Mundial no se volvió a cambiar la hora hasta la crisis del petróleo de 1974 (un bloqueo de la OPEP dirigido sobre todo a EEUU y Europa Occidental), lo que obligó a buscar medios casi desesperados de ahorro energético. Hoy, el cambio horario, que se aplica en varios países —unos 70 en todo el mundo—, en Europa se ha convertido en una práctica obligatoria desde 1981 a golpe de directiva comunitaria. Después se estableció que el último domingo de marzo y de octubre fueran los días elegidos para pasar de un sistema horario a otro y que estos cambios tuvieran carácter permanente. ¿La razón? Lograr un ahorro energético que está cada vez más cuestionado.

Un estupendo artículo de ElPaís sobre los números del ahorro energético, que por su interés reproducimos parcialmente, explica que los críticos del cambio de hora alegan que los estudios existentes al respecto son incompletos o contradictorios.

La misma Comisión Europea reconoce que el ahorro brindado por adelantar una hora las agujas del reloj en primavera es “relativamente pequeño”. En un informe publicado el año pasado, detalla que, aunque hay literatura que estima que el ahorro pueda alcanzar un 0,5% sobre el consumo nacional de un país, también hay un número relevante de publicaciones que mantienen que su efecto es nulo o hasta negativo.

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Alemania, pionera

En realidad, el cambio horario en los países europeos se remonta a la segunda década del 1900: Alemania fue el primer país que empezó a retrasar las agujas del reloj para ahorrar carbón durante la Primera Guerra Mundial. La medida contagió rápidamente a los países vecinos, aunque España decidió prescindir del cambio horario a partir de los años 50. Lo volvió a introducir definitivamente en 1973 —como muchas otras naciones—, con ocasión de una circunstancia extraordinaria: la primera crisis del petróleo.

Según el artículo de ElPaís, hoy día los escenarios han mutado, pero el cambio de hora “se sigue haciendo y ya está”, dice Miguel Gironés, trader del mercado eléctrico. Mientras, los organismos oficiales calculan el menor gasto energético con tiempos condicionales. Según las estimaciones del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), entidad pública adscrita al Ministerio de Industria, Energía y Turismo, el «potencial de ahorro en iluminación por el cambio de hora podría llegar a representar un 5% del consumo eléctrico en iluminación, equivalente a unos 300 millones de euros».

Las previsiones de IDAE añaden que, «de esa cantidad, 90 millones correspondería al potencial de los hogares españoles». Esta cifra —la misma desde hace años— supone, según el organismo, un ahorro de seis euros por hogar, «mientras que los otros 210 millones de euros restantes se ahorrarían en los edificios del terciario y en la industria». Tanto la patronal eléctrica, Unesa, como la transportista del sistema, Red Eléctrica de España (REE), se remiten a estas previsiones.

El turismo y el ocio están entre los sectores más beneficiados por el cambio de hora, ya que pueden aprovechar de 60 minutos más de luz durante la temporada alta. El consumidor final, al contrario, se fija más en cómo han ido levitando sus facturas durante los últimos años que en los seis euros que se podría ahorrar. «El cambio de hora se pensó para el país, en un momento que es la primera crisis del petróleo y con un interés macroeconómico», apunta Gironés.

Pros y contras

De acuerdo con la Asociación de Consumidores Eléctricos (ANAE), en abril «siempre se producen caídas drásticas de consumo obteniéndose, de media, el mínimo anual». Entre las razones más relevantes para explicar este descenso no está solo el cambio de hora, sino «factores estacionales, como el aumento de temperaturas» o «los calendarios laborales», habiendo más fiestas en abril que en marzo.

Francisco Valverde, analista del mercado eléctrico y expresidente de la asociación, explica que en primavera sí se observa una reducción de la demanda, pero que «este efecto, como mucho, se nota durante dos semanas». Esto porque, en el caso del horario invernal, la energía que no se gasta por la mañana se acabará consumiendo por la tarde, con el cambio de temperatura y el ajuste de los hábitos.

Y sin contar que España ya tiene la hora desplazada, al conservar un huso horario —el mismo que Berlín o París, impuesto durante la dictadura franquista— que no le corresponde: en términos geográficos y solares debería de volver al del meridiano de Greenwich, que tenía antes de 1943. «El desfase del país con el horario solar es muy grande», argumenta Valverde. Basta con pensar que el sol se pone con una hora de diferencia según estemos en Galicia o en Cataluña. «Quizás el cambio horario beneficie más a otros países, por ejemplo los del norte de Europa, que tienen menos horas de luz».

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