¿Eres feliz con tu trabajo?

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A menudo conversamos con personas, sean clientes, colegas de profesión, amigos… y leemos grandes artículos de opinión firmados por supuestos expertos en gestión y recursos humanos, que nos inducen a pensar que la actividad profesional ha de ser una de nuestras principales fuentes de felicidad; como lo deben ser la familia, los amigos, las aficiones, etcétera. Suena lógico; suena bien. Y… ¿de verdad lo es? O mejor dicho, ¿lo es en tu caso? Venga, anímate y reflexiona sobre ello.


Abundan los grandes teóricos que sostienen que todos tenemos un talento natural para ciertas cosas. Sin embargo, para estos expertos el talento no es sólo esa capacidad lógico-lingüística que te permita resolver determinados problemas, no. Se centran más en esa habilidad natural que poseen ciertas personas para entender a los demás, relacionarse con terceros, comunicarse con efectividad, saber prever de manera natural soluciones sencillas pero efectivas para situaciones complejas… por poner sólo algunos ejemplos. Puedes saber más pinchando aquí.

De hecho, ese tipo de talento está muchas veces relacionado de manera íntima con las habilidades que se nos exigen hoy en día para determinados puestos de trabajo. En el mundo comercial, en la gestión y dirección de equipos, etcétera. Lo cuál nos podría conducir a una conclusión: ¿acabamos trabajando en aquello que realmente se nos da bien, y para lo que nacemos preparados o alcanzamos esa habilidad con el tiempo? Lo cierto es que la respuesta de la mayoría de personas a las que se le plantease sería ‘en raras ocasiones’. ¿Por qué?

La influencia del entorno

A nadie se le escapa que nacemos, crecemos y llegamos a la plenitud de nuestra vida en un entorno que nos condiciona, y de qué modo. Así que con independencia de nuetras inquietudes, motivaciones o talentos naturales, todos pasamos por un tamiz que nos homogeiniza, que nos estandariza. Por encima de nosotros –y de modo inadvertido– pasa un pequeño gran rodillo que a veces se llama latín, física, química orgánica o literatura. No tiene gran importancia aquello que nos motiva o lo que se nos da bien. Este tamiz que nos va remodelando está a su vez compuesto por otros elementos tan importantes para nosotros como la familia más próxima (fundamentalmente nuestros padres), los mejores amigos o el propio entorno social. Puedes saber más pinchando aquí.

Así, tras años “lluvia fina” –a veces, no tan fina– terminamos finalmente ejerciendo de ingenieros, profesores o responsables comerciales, y desempeñando unas tareas que a buen seguro no realizamos especialmente mal, pero en las que seguro que tampoco destacamos en exceso. Llegados a este punto, ¿dónde quedaron esa pregunta –importante, sin lugar a dudas– de ¿cuál es nuestro verdadero talento natural? De hecho, ¿acaso alguna vez nos la he formulado? A ver si va a ocurrar que la respuesta en la mayoría de las ocasiones es que no.

Y sin embargo, en la medida en que seamos capaces de dar respuesta a esta aparentemente sencilla pregunta, seremos capaces de empezar a tomar control de nuestra propia vida laboral. Porque si nuestros quehaceres del día a día se compadecen con aquello que nos motiva, nos gusta y se nos da bien, conseguiremos mejores resultados, más reconocimiento por parte de nuestro entorno… y seguramente mucha más felicidad personal. Por tanto, alinear nuestros intereses, motivaciones y habilidades con nuestra actividad profesional diaria es una premisa básica para convertir nuestro trabajo en una fuente que contribuya de manera activa a la felicidad personal. Puedes saber más pinchando aquí.

Ahora es el momento

¿Frustración? ¿Miedo? ¿Simple desencanto por desempeñar una función o responsabilidad que no resulta motivante, atractiva o ilusionante? Pues aunque quizá pueda parecer un poco tarde, cualquier cambio profesional es buen momento para plantearse ciertas preguntas que seguro me pueden ayudar. ¿Qué es lo que realmente se me da bien hacer? ¿Qué éxitos profesionales me han generado mayor satisfacción? ¿Cuáles no? ¿Qué tipo de entornos de trabajo van con mi carácter y mi forma de ser? ¿Qué puedo aportar yo que resulte diferencial? ¿Qué me genera insatisfacción y frustración? ¿Qué me mueve como persona? ¿Qué alternativas viables existen para adecuar lo que yo soy a lo que yo puedo hacer?

Si pensamos en ello y somos capaces de dar las respuestas adecuadas a las preguntas oportunas estaremos en disposición de crear una sólida base sobre las que construir nuestro futuro profesional. De otro modo seguiremos corriendo el riesgo de acabar “encajando” más o menos adecuadamente en un puesto de trabajo en el que tengamos un desempeño correcto, si bien con carencias en algo tan importante como la pasión o la ilusión, y sintiendo en ocasiones no ser realmente excelentes en aquello que hacemos ni que nuestros resultados son sobresalientes. Bajo este escenario resultará difícil que el trabajo en sí mismo nos suponga un motor que alimente nuestra felicidad. Puedes saber más pinchando aquí.

Al fin y al cabo, todo queremos ser felices, ¿no? Pues está a nuestro alcance si nos ponemos a ello.