Un siglo desde la creación del primer supermercado

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En un día de octubre como hoy, pero de hace exactamente un siglo, un emprendedor visionario puso en marcha en Estados Unidos el primer supermercado de autoservicio. Se trataba de Clarence Saunders, a quien, en octubre de 1916 se le ocurrió la feliz iniciativa de crear una tienda en la que el cliente se sirviese todo lo que necesitara, pasando posteriormente a pagarlo ante un empleado, que se encargase, eso sí, de revisar la compra y cobrarla para que de este modo el cliente saliese del comercio plenamente satisfecho. Gracias a su iniciativa, Sanders revolucionó el consumo en el mundo entero, haciendo de las compras de productos de primera necesidad una tarea más fácil.

Este se considera pues el origen del autoservicio. Si bien, no fue con la finalidad de hacer la vida más fácil y rápida al cliente, como sucede hoy en día, sino que de este modo Clarence Saunders redujo el número de dependientes que atendían su tienda, ahorrando tiempo y dinero en la venta de productos; productos que otros empleados solo debían reponer en los estantes del establecimiento.

Nacía así la cadena Piggly Wiggly (algo así como «cerdito ondulado» o «cerdito arrugado»), la primera cadena de supermercados como tal del mundo. Y lo cierto es que nadie ha sabido el porqué de la elección de un nombre tan sui generis para su cadena de tiendas, aunque parece ser que cuando le preguntaron a Clarence Sanders el motivo respondió que le puso este nombre para que la gente se hiciese siempre la misma pregunta. Está claro que era un publicista nato.

Los productos, a la vista

El 21 de cctubre de 1916 patentó el supermercado, asegurándose así el que los clientes pudiesen ver todos los productos en su comercio antes de salir, evitando enseñárselos uno a uno en el mostrador, perdiendo tiempo y dinero. Hoy existen, especialmente al sur de los Estados Unidos, más de 600 supermercados Piggly Wiggly. Clarence sabía que muchos almacenes cerraban por los sobrecostes, y sabía que se debía ofrecer un servicio más directo.

El «invento» de la tienda autoservicio tenía varías partes, que hoy no nos sorprenden, pero que en su momento constituyeron una auténtica revolución, por lo visionario de su concepto:

  • La entrada con tornos. Algo que era necesario para controlar el flujo de los clientes. En el primer supermercado, los consumidores debían entrar por una parte y salir por otra.
  • El flujo por los pasillos. La idea de tener que recorrer todo el establecimiento estaba en la idea inicial de Clarence. Básicamente, el cliente tiene que pasar por toda la tienda, generando más ventas.
  • El carro de la compra. Otro invento de Clarence Saunders para su primer supermercado. El cliente paseaba por la tienda con su carrito de ruedines para ir guardando su compra.
  • Las cajas al final del proceso. El poner a los dependientes en un único sitio optimiza mucho el personal necesario para atender una gran superficie.

Cada producto, su precio

Otra parte innovadora del concepto del primer supermercado es que cada elemento adquirible tenía ya un precio. Anteriromente, cuando el dependiente cortaba y pesaba el producto el precio final de la compra era un tanto sorpresa. Gracias al concepto de tener todos los productos a la vista con el precio, el cliente sabía desde el primer momento cuánto pagaría al final. Este tipo de novedades ahora nos parecen evidentes, pero en su momento podemos imaginar la cara de sorpresa de los clientes que entraban en el «almacén» del supermercado y compraban lo que querían sabiendo cuanto pagarían al final del proceso.

Clarence le dio la vuelta al concepto y puso a los clientes al mando de su compra. Ya no era el dependiente el que te daba el producto, sino el cliente el que seleccionaba y sabía lo que quería comprar y sabía lo que costaba en cada momento.

Primer supermercado

El primero supermercado fue patentado por Clarence, que hizo que su concepto «explotase», a base de conceder franquicias. En seis años abrió 1.200 tiendas. En los siguientes 10, llegó a las 2.660 tiendas, facturando 180 millones de dólares de la época… y estamos habalndo del año 1932. Una serie de malas decisiones financieras y de operaciones en Bolsa poco afortunadas terminaron por arruinar a nuestro emprendedor. Y aún así, medio arruinado, Clarence Saunders volvío a desarrollar ideas  poco comunes para su época: máquinas de autoservicio, cajas con autopago…

La parte interesante de la historia es que no hay que tener miedo a cambiar un sector de arriba abajo. Cuando Clarence Saunders empezó lo hizo sin dinero, sin respaldo y con la poca experiencia que proporciona el haber trabajado en un sector y de haber visto en primera persona sus carencias. La identificación de los problemas concretos que puede tener una actividad siempre es interesante para buscar soluciones; que sean o no revolucionarias es otro cantar, sólo al alcance de visionarios como Saunders.